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lunes, 13 de junio de 2011

Virtual Educa 2011 Monterrey, México



Contraste entre el criterio de verdad de la correspondencia y el criterio de la coherencia.

Héctor Navedo Aponte
Autor
La verdad tiene una connotación de respaldo. Wright (2007, pp.275) destaca que:
“a efectos de facilitar la exposición, en ‘verdadero’ como predicable de proposiciones y en la propuesta positiva deflacionista, según la cual, en el uso más básico, la palabra es esencialmente un recurso de respaldo que, excepto en casos en los cuales el contenido de la proposición respaldada no está dado explícitamente, o en los cuales está implicada la cuantificación sobre proposiciones, puede ser totalmente dispensado a favor de una simple aserción de la proposición caracterizada como ‘verdadera’.

‘Verdad’ es una doctrina del esencialismo, es que existe una definición universal y precisa para el término. Regularmente, los adjetivos se convierten en sustantivos. Por ejemplo, Jessica es buena. La verdad no tiene esencia. El término ‘verdad’ tiene una connotación emotiva de aceptación o rechazo. Por ejemplo, cuando le dices a tu hija “yo estoy en contra del sexo antes del matrimonio”, el mensaje que se quiere llevar es que rechaza el sexo antes del matrimonio. Aquí no hay verdad ni falsedad, solo se utiliza la palabra para persuadir a otra persona.

Para Wright (2007, pp.268)

“el principal punto es que, no obstante el hecho de que la concepción del debate tradicional acerca de la verdad racionaliza muchos de los movimientos hechos y que, por lo tanto, sin duda refleja las intenciones de muchos de los protagonistas, en la medida en que está centrada en un análisis reductivo del concepto, no es la indicada para generar la interpretación más fructífera del mismo”.

La parte emotiva juega un rol muy importante en la apreciación de las personas en relación a la ‘verdad’. El concepto de la ‘verdad’ es realista. Quiere decir que antes de que nosotros descubriéramos algo, ya existía. Por ejemplo, los metales cuando se calientan se expanden, eso ya existía aun antes de descubrirlo. En contraste, si nosotros colocamos un letrero de Pare en una calle, eso no fue descubierto por los seres humanos. Eso es catalogado como un invento humano. Cuando se habla de los hechos se asume que se descubren y que no se construye. El criterio de correspondencia donde ha dominado más ha sido en las ciencias naturales. Hasta el siglo 19 pensábamos que los delfines eran peces. Se clasificaban a los murciélagos como pájaros. Ambos no ponen huevos, su cría nace viva. La madre le da leche mamaria, lo que significa que son mamíferos. La ‘verdad’ en la ciencia podría llamarse un acuerdo. Las personas en consenso llegan a un acuerdo, el cual se respeta o valida alrededor del mundo. Una vez la teoría se tambalea o se invalida, se llegan a nuevos acuerdos, como ocurrió con los delfines.
Wright (2007, pp.293) expone que:
“Una concepción pluralista de la verdad es también atractiva filosóficamente, en tanto que como una descripción que nos permite pensar la verdad como constituida de forma diferente en diferentes áreas del pensamiento, podría contribuir a una explicación más aguda de las apelaciones diferenciadas de las intuiciones realistas y anti-realistas con respecto a ella”.

Por otra parte, las falacias se ejemplifican cuando se le quiere hacer daño a una persona a base de mentiras. X y Z son parientes, suponer que la persona X es corrupta, no significa nada contra su pariente Z. Eso se llama error por asociación.
El criterio de coherencia aborda que lo que permite que algo sea cierto es la constitución interna del enunciado. Algo puede tener lógica y coherencia pero ser falso. La coherencia interna es un conjunto de creencias que tienen unas personas.

La inconmensurabilidad de términos y teorías entre culturas o paradigmas diversos.

Autor
Para Popper (2005, pp.57), señala que “es imposible toda discusión racional o fructífera a menos que los participantes compartan un marco común de supuestos básicos o que, como mínimo, se hayan puesto de acuerdo sobre dicho marco en vistas a la discusión”. Detrás del problema del relativismo se haya el problema del marco. Popper, quien está en contra de la tendencia actual, argumenta que cuando hay en juego buena voluntad y una importante dosis de esfuerzo, es realmente posible una compresión verdaderamente amplia. Para Popper existe un mundo allá afuera que debemos descubrir. Otro punto que Popper critica es la ortodoxia, por la rigidez y la carencia de diálogo que ésta representa. Los países con culturas cerradas tienen la desventaja de aislarse en cierta medida del resto del mundo. Algunos ejemplos clásicos son Platón y su obra La República (todos al servicio del estado), Hegel y su filosofía de estado y Marx con su obra El Capital. Entonces, ¿qué es la sociedad abierta? Es la democracia, la defensa de la sociedad democrática. Las ideologías forman sistemas cerrados. Para Popper, los problemas no se tienen que ver de forma ideológica sino en su contexto independiente. A esto se le llama ‘ingeniería de parchos’. Popper critica la inconmensurabilidad de términos. Se refiere a que hay términos del lenguaje (idioma) que no se pueden traducir a otros. Por ejemplo, los términos ‘yo te quiero’ y ‘yo te amo’ para algunas personas pueden tener significados diferentes. En el inglés esas palabras se unifican en ‘I love you’. Popper ilustra que cuando hay en juego buena voluntad y una importante dosis de esfuerzo es realmente posible una comprensión verdaderamente amplia.


Popper, K. (2005). El mito del marco. Barcelona: Paidós.

JOHN DEWEY Y LA ÉTICA

Héctor Navedo Aponte
Autor
“John Dewey fue el filósofo norteamericano más importante de la primera mitad del siglo XX. Durante su extensa carrera, Dewey desarrolló una filosofía que abogaba por la unidad entre la teoría y la práctica, unidad que ejemplificaba en su propio quehacer de intelectual y militante político. Su pensamiento se basaba en la convicción moral de que “democracia es libertad”, por lo que dedicó toda su vida a elaborar una argumentación filosófica para fundamentar esta convicción y a militar para llevarla a la práctica”.(Dewey, 1892, pág. 8).

El siguiente ensayo busca resaltar las aportaciones a las ciencias pedagógicas de John Dewey. Dewey está considerado como el filósofo más importante del siglo XX en Estados Unidos de América. Este trabajo va dirigido hacia lo práctico y útil de la ejecución práctica de un(a) maestro(a). En primer lugar, hay que plantearse lo siguiente: ¿Cuál es la tesis principal de John Dewey? Para Dewey, todo organismo busca la seguridad primero. Es decir, el instinto de auto protección rige la conducta de los organismos. Esta conducta es biológica.
Dewey ilustra que la inseguridad hace que el hombre busque escapes. Entonces, ¿qué es escape? Dewey se refiere al escape de pensamiento. El ser humano puede escapar en el pensamiento, eso, se llama fantasía. El problema con la fantasía es que no resuelve los problemas. Mientras más la persona fantasea, más triste tiende a ser su vida.
Dewey menciona ‘artes de escape’ tradicionales, por ejemplo:
1- La religión
2- La filosofía idealista
3- Matemáticas (teórica)
4- Mitos
Dewey hace una distinción entre ‘artes de escape’ y las ‘artes de control’. Los ‘artes de control’ son:
1- La inteligencia
2- La ciencia
3- La tecnología
Para que algo sea útil debe ser llevado a la práctica. El problema es que aunque tenemos artes de control, aún estamos fijados con las ‘artes de escape’, sobre todo, para los asuntos humanos. Somos científicos a la hora de comprar un vehículo, pero no, a la hora de buscar una pareja. Es en ese punto donde la cultura se vuelve esquizofrénica o disfuncional.
¿Qué es la doctrina del espectador?
Dewey rechaza el supuesto de que el objeto verdadero y valido del conocimiento. Cuando el ser humano conoce lo conocido es anterior, no hay interpretación. La idea principal del conocimiento consiste en aprender la realidad. Esa realidad no debe ser modificada de su estado anterior. El que conoce no modifica lo conocido. El problema con lo anterior es que es jugar al ‘ojo de Dios’. Es como si uno estuviera afuera y lo de adentro no se afecta. La posición que asumen las personas siempre tienen un sesgo, es decir, no hay un punto en la nada.
En la vida cotidiana, las personas están en un plano pasivo – no reflexivo-. Cuando surgen unas dificultades, entra la parte de la reflexión. La persona debe reflexionar (evaluar) en situaciones donde se enfrenta a un problema verdadero. Es irracional crease un pseudo problema. Por ejemplo, pensar que uno tiene cáncer sin razón, ese tipo de reflexión es en vano. No se puede resolver un problema que no existe.
¿Cuándo conocemos?
“El conocer es una forma de hacer”. (Dewey, 1929).
Dewey (2008, citado por Suárez, 2009), a comienzos del siglo veinte, ya había afirmado que nuestra obsesión por conocer la realidad y asumir que lo epistemológico es superior a lo práctico, afectivo, estético y volitivo, se debió a la manera accidental en que emergió la filosofía en Atenas, que posteriormente habría de influenciar el pensamiento occidental.
Para Dewey, conocemos siempre que nuestra investigación conduce a conclusiones que resuelven el problema que la suscitó. Esta forma de pensar es ultra práctica. Una vez se detecta el problema real, la persona investiga y llega a conclusiones que son útiles y funcionales. La persona descubre y gestiona su conocimiento a través de la investigación. A esto se le llama el proceso de ‘inquirir’. Es decir, cuando las cosas no van como queremos, las investigamos. Evaluamos las alternativas a base de sus consecuencias, ahí se encuentra la solución del problema. Dewey presenta la inteligencia como un método. A través de la inteligencia se resuelven los problemas. Hay personas que resuelven los problemas utilizando el impulso. El impulso le brinda a la persona gratificación inmediata, sin embargo, no se utiliza para tomar buenas decisiones.
Dewey manifestó que conocer por conocer es absurdo. Ese tipo de tarea se reduce a copiar (doctrina del espectador). Por ejemplo, enseñar latín en las escuelas sería conocer por conocer. En la vida real el latín no se utiliza, exceptuando unos casos como por ejemplo en la Iglesia.
Dewey hace un contraste entre la razón y la inteligencia. En el concepto tradicional, lo que hace la razón es que copia. Se asume que hay una realidad. Lo que hacemos con la razón es copiar la realidad. La razón no distorsiona. Por otra parte, Dewey rechaza consistentemente la idea de fines naturales. Dentro de la visión de Aristóteles, el universo viene con unos fines (causas finales). Para Dewey, el conocer el propósito de las cosas no significa tener control sobre ellas. Dewey presenta la inteligencia donde es más controversial, desde el aspecto ético y moral.
La ética
La palabra ética, proviene de los “vocablos griegos ‘ethos’, ‘ethikós’ y ‘ethiké’, que significan disposición, modo de ser adquirido, carácter, costumbre y uso (Silva citado por Verdejo y Medina, 2009, p.44).
“En las pasadas décadas el subjetivismo ético se ha popularizado en los ámbitos de la educación. El modelo del construccionismo moral, implícito en enfoques tan diversos como el programa de clarificación de valores y el desarrollo de la inteligencia en John Dewey, presupone que el estudiante diseña e implementa su propio sistema desde un trasfondo ofrecido en el salón de clases o de la tradición. El subjetivismo se caracteriza por la ausencia de referentes morales. Los valores y principios éticos que formamos no son elementos que se descubren, y existen independientemente de nosotros, sino constructos que proyectamos como sentimientos y compromisos (Suárez, 2009).

Es relevante destacar que la ‘ética’ y la ‘moral’ no son sinónimos. La moral por su parte, se refiere a las normas, costumbres y tradiciones aceptadas en un momento histórico y en un lugar en específico. Por ejemplo, en el primer periodo colonial de Puerto Rico, muy pocos se cuestionaban si era ‘moral’ que los negros fueran explotados como esclavos. Esto debido a que ser negro y ser esclavo era aceptado socialmente, por ende, era ‘moral’. Sin embargo, y tomando el mismo ejemplo, nunca debió ser ético el explotar a los negros como esclavos debido a que los principios de la ética “constituyen reflexiones abstractas sobre lo que debe ser” (Verdejo y Medina, 2009, p.44). Cuando decimos que algo ‘no debe ser’ nos podemos alejar de la moral, y a su vez, nos lleva de la mano hacia el subjetivismo moral. En el siglo veinte, Jean Paul Sartre (1984), defiende la concepción de la autorrealización y el subjetivismo moral (criticados por Taylor) al establecer que los seres humanos somos sólo un proyecto de auto formación en que entrelazan la conciencia y la libertad: “…la conciencia de elegir es idéntica con la auto consciencia que poseemos. Uno debe estar consciente para elegir y debe elegir para ser consciente. Elegir y la conciencia son la misma cosa” (Suárez, 2009, p.11). Sin embargo, este argumento no debe ser visto como algo ‘real’ y ‘aplicable’ en todas partes del mundo. Sartre no menciona cuáles son las cosas que podemos elegir y dónde. Desde esa perspectiva, por más conciencia que tenga la persona X, si vive en una dictadura no puede elegir mucho, si la persona padece de sus facultades mentales tampoco elegirá nada, por solo ejemplificar. No obstante, en circunstancias ‘normales’, ‘democráticas’ y ‘funcionales’, las personas deben hacer una evaluación de que debe ser lo correcto e incorrecto y elegir con su conciencia.
John Mackie (citado por Suárez, 2009, p.12), es uno de los grandes defensores actuales del subjetivismo moral, y afirma que la presunción que existen referencias éticas se debe a una falacia de objetivación que constantemente cometemos las personas. Esto se debe a que los juicios morales que emitimos tienen una repercusión sobre las otras personas. Según él, “necesitamos la moral para regular las relaciones interpersonales, para controlar algunas de las formas que tienen las personas unas con otros, y a menudo para oponernos a inclinaciones contrarias” (2000, p. 47). La moral brinda una dosis de equilibrio entre los ‘juicios morales’ que hacemos hacia otras personas y el respeto que como ser viviente y humano merecen.
Sino existiese la moral, cada cual trataría de implantar su posición de ‘porque yo lo digo’ sin tener ninguna consideración ni apertura hacia la otra parte. Por ejemplo, en el pasado conflicto entre la administración de la Universidad de Puerto Rico y los estudiantes, la administración demostró que no tenía ningún interés moral en resolver el conflicto de la cuota. En ese sentido, no mostraron tener una apertura a las recomendaciones que le han hecho llegar los estudiantes como cobrar el dinero que le deben al sistema o establecer una cuota ajustada al salario de la persona. La primera me parecía una excelente alternativa y muy viable, la segunda por su parte, me parecía igual de excelente, pero no iría al unísono con el gobierno de turno, ya que esta medida se podría catalogar de ‘socialista’.
De su lado los estudiantes, al permitir la entrada de elementos ajenos a la universidad, perdieron credibilidad y terreno, ya que puede verse como una lucha poder y no como una lucha estudiantil. A pesar de ello, los estudiantes demostraron tener paciencia y una moral mucho más amplia tanto con la administración como con la fuerza represiva de la Isla. Entiendo que la mayoría de los estudiantes no quieren pagar la cuota, otros, no pueden pagarla, de igual modo, lo deseable sería no pagarla, a eso se le conoce como ‘moral individual’.
El debate de la ética y la moral no concluirá nunca. Desde que el hombre y la mujer fueron creados, han ido evolucionando y cuestionándose situaciones donde la ética y la moral son protagonistas. La moral no está en un libro o en un ensayo, tampoco está en un grupo de fe o en una tienda, la moral ha sido y seguirá siendo esclava de entorno, cultura y época donde se encuentre la persona. Por su parte la ética, estará siempre descifrando las cosas como deben ser y necesariamente aceptándolas como son. Finalmente, es fundamental conocer la diferencia entre ambos términos. Al final del camino, la ética debe prevalecer sobre los prejuicios de las personas disfrazados de moral.
John Dewey y la escuela
Dewey señaló que los niños no llegaban a la escuela como limpias pizarras pasivas en las que los maestros pudieran escribir las lecciones de cualquier materia. Cuando el alumno llega al aula “ya es intensamente activo y el cometido de la educación consiste en tomar a su cargo esta actividad y orientarla” (Dewey, 1899, pág. 25). Cuando el niño empieza su escolaridad, lleva en sí cuatro “impulsos innatos –el de comunicar, el de construir, el de indagar y el de expresarse de forma más precisa”– que constituyen “los recursos naturales, el capital para invertir, de cuyo ejercicio depende el crecimiento activo del niño” (Dewey, 1899, pág. 30).
Para Dewey los factores fundamentales de la educación son dos: por un lado un ser no desarrollado, no maduro y, por el otro, ciertos fines sociales, ideas, valores que se manejan a través de la experiencia madura del adulto. El proceso adecuado de la educación consiste en la interacción de estas dos fuerzas. La esencia de la teoría educativa se encuentra en la concepción de cada una de ellas en relación con la otra, para facilitar su completa y libre interacción. (Dewey, 1959).
El niño también lleva consigo intereses y actividades de su hogar y del entorno en que vive y al maestro le incumbe la tarea de utilizar esta “materia prima” orientando las actividades hacia “resultados positivos” (Mayhew y Edwards, 1966, pág. 41). Dewey enfatizó en 1896 que “la escuela es la única forma de vida social que funciona de forma abstracta y en un medio controlado, que es directamente experimental, y si la filosofía ha de convertirse en una ciencia experimental, la construcción de una escuela es su punto de partida” (Dewey, 1896a, pág. 244).

Referencias
Dewey, J. (1892). “Cristianiry and democracy.” En Early works of John Dewey. Carbondale, Southern Illinois Universiry Press, 1971, Vol. 4, págs. 3-10.

Dewey, J. (1896a). “A pedagogical experiment.” En Early works of John Dewey. Carbonale, Southern Illinois University Press, 1972, Vol. 5, págs. 244-46.

Dewey, J. (1899). “The school and society”. En Middle works of John Dewey. Carbondale, Southern Illinois Universiry Press, 1976, Vol. 1, págs. 1-109.

Dewey, J. (1929).The Quest for certainty. New York: Capricorn Books.
Dewey, J. (1959). On Education. New York: Bureau of Publications.
Mayhew, Katherine Camp y Edwards, Anna Camp (1966). The Dewey School. Nueva York, Atherton.

Suárez Silverio, E. (2009). Subjetivismo, obligación y educación moral. Revista Paidea, volumen 4, número 2. Recuperado de: http://paideia.uprrp.edu/Articulos/Volumen%204%20Num.%202%20%28agosto%20%20di ciembre%202009%29/Subjetivismo%20etico%20y%20la%20obligacion%20moral.pdf
Verdejo Carrión, A., Medina Díaz, M. (2009). Evaluación del aprendizaje estudiantil.(5ta Edición). San Juan, PR: ExPERTS Consultans.

¿Qué es el conocimiento?

En el artículo de Moros y Umbers (2003) éstos explican varias formas en que se puede comprender lo que es el “conocimiento”. En su artículo abordan las diferencias entre los internalistas y los externalistas. En el internalismo, está el fundacionismo.
En el modelo fundacioncita, “el fundacionalista asume que hay fundamentos para nuestro conocimiento” (p. 643). Con esto lo que se intenta decir es que cuando hay una creencia justificada, basada en la epistemología, se ve como algo dado. Esto es así (desde este punto de vista), porque se tiene en cuenta lo que está en la mente de la persona que lo dice, o porque se infiere a partir de los fundamentos que puedan sostener lo que se dice.
Nuestro conocimiento depende de la evidencia alcanzada a través de la sensación, de la memoria, de la introspección, o de proposiciones incorregibles (pp. 644-645). Así pensaban Aristóteles, Descartes, Russell, C. I. Lewis y Chisholm, a quienes los epistemólogos americanos llamaban fundacionalistas por estas creencias. Era creer que lo que la persona decía era un conocimiento ya dado. Por ejemplo si la persona decía que tenía dolor y podía explicar el mismo, pues era creerlo así y no cuestionar si la persona verdaderamente tenía dolor o no. Para los fundacionalistas la creencia podía basarse en las experiencias del sujeto. De esta forma, las creencias de las propias experiencias no requieren justificación para que cuente como conocimiento. Esto no es así para los demás tipos de creencias como las leyes de la naturaleza. Éstas si requieren ser justificadas por creencias sobre las propias experiencias del sujeto para ser tenidas como conocimiento.
Bajo el fundacionalismo, “las creencias que fundan el conocimiento no necesitan ser seguras, sino que sólo pueden ser rechazadas por referencia a creencias de la misma clase” (p. 645). Las creencias sobre las experiencias que tenemos, no necesitan certeza, para que sean consideradas como conocimiento, siempre y cuando no entren en conflicto con las otras creencias de las experiencias que la misma persona tiene.
El modelo externalista, se basa en las teorías de la justificación que tengan que ver con características que sean externas. “El agente cognoscitivo no tiene porqué ser consciente de las característica peculiares que justifican su creencia” (Goldman, en Moros & Umbers, 2003, p. 656). Con esto lo que Goldman quería decir era que se podía tener algún tipo de conocimiento aunque se fuera incapaz de justificar esta creencia a través de la introspección y la reflexión.
De acuerdo al modelo externalista del conocimiento, gran parte en lo que creemos se incorpora a “nuestras creencias” en forma espontánea. Según esta teoría, las creencias se forman en nosotros de forma inmediata, que no se deducen por las circunstancias en las cuales estemos. Por ejemplo, si estamos guiando, no decimos “me paro aquí porque la luz está roja. Cuando cambie a verde voy a seguir”. Esto es algo que hacemos, sin detenernos a pensar, es algo que hacemos sin reflexionar, es algo que hacemos inconscientemente. En este modelo la justificación tiene que ver con los hechos objetivos, más que con la evidencia reconocida personalmente. Además, se critica la exigencia internalista en relación a que “todas las características que justifican una creencia tienen que ser cognitivamente accesible al agente epistémico”. Lo que plantean los externalistas es que aunque alguien pueda tener la evidencia para justificar una creencia, no es necesario que la persona esté consciente de ello, si sus creencias se han formado como resultado de la memoria o la percepción (p. 657).
Al externalista también se le conoce como confiabilista. Si la creencia es producida por una experiencia sensible, se califica como un conocimiento. Según esta postura, “lo que convierte una creencia verdadera en conocimiento es la confiabilidad de nuestros procesos cognoscitivos” (Steup, en Moros y Umbers, 2003, p. 658).
La diferencia que hay entre ambos modelos es que para los fundacionistas, el conocimiento está en las experiencias de la persona. No va a requerir justificación científica, pues es lo que la persona ha experimentado y es suficiente para que sea dado como un conocimiento. Para el fundacionalista una creencia está justificada para la persona si se basa en su propia experiencia. De acuerdo a Moros y Umbers (p. 650) “el corazón del fudacionalismo consiste en la aceptación de que hay ciertas creencias básicas que apoyan nuestras creencias no básicas, y que estos primeros principios se creen y se saben cuando se entienden”. Para los externalistas el conocimiento venía en forma espontánea, no había que reflexionar. Por lo cual para los externalistas la justificación tenía que ver con los hechos objetivos, a diferencia de los fundamentalistas que su conocimiento proviene por lo vivido o lo reconocido personalmente. Para los fundamentalistas el conocimiento venía a base de la experiencia y para los externalistas a base de la percepción o la memoria. No obstante, el externalista también pensaba que el conocimiento podía venir a base de la experiencia, siempre y cuando la misma fuera sensible, por eso también los llamaban “confiabilistas”. Para el fundacionista hay dos tipos de creencias, las creencias básicas que no hay que justificar (porque sino la regresión fuera infinita) y las creencias derivadas. Para ellos no hay que justificar las cosas a nivel científico pues se basan en las experiencias del sujeto.

Para el fundacionista está lo que Sellars denominó el “mito de lo dado”. Esto es que existe una forma de conocimiento “no conceptual de cuestiones de hecho”. Pero esto también va a depender del juicio de la mente, porque nuestras creencias perceptivas no son totalmente una impresión sensible. Se usa la preposición porque en ocasiones es como se pueden describir las cosas que se ven, aunque nuestro conocimiento observable no pueda apoyarse totalmente.
Una de las estructuras de justificación del internalismo, es el fundacionismo. Para los internalistas, las creencias son proposiciones en la mente. El internalismo es lo que ha dominado en la filosofía. Para el externalista, la fuente de referencia tiene que ser válida o reconocida por expertos. Los internalistas y los externalistas tienen muchas ideas importantes, la cuales no han podido hacer compatibles entre sí para satisfacer ambas exigencias (p. 667). Para los internalistas, lo importante es “el sujeto que conoce” y para los externalistas es “la meta del conocimiento, la verdad”. De acuerdo a Moros y Umbers, el último paso del debate entre estos dos modelos ha sido el “advenimiento de la epistemología de la virtud”. Según explican su génesis viene del confiabilismo, lo cual propone que la justificación va más allá de la creencia individual de las personas (p. 671).


Referencia

Moros, E. & Umbers, R. (2003). ¿Qué es el conocimiento? La epistemología en los EEUU hoy. Anuario Filosófico, 36(3), 633-671.