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lunes, 13 de junio de 2011

JOHN DEWEY Y LA ÉTICA

Héctor Navedo Aponte
Autor
“John Dewey fue el filósofo norteamericano más importante de la primera mitad del siglo XX. Durante su extensa carrera, Dewey desarrolló una filosofía que abogaba por la unidad entre la teoría y la práctica, unidad que ejemplificaba en su propio quehacer de intelectual y militante político. Su pensamiento se basaba en la convicción moral de que “democracia es libertad”, por lo que dedicó toda su vida a elaborar una argumentación filosófica para fundamentar esta convicción y a militar para llevarla a la práctica”.(Dewey, 1892, pág. 8).

El siguiente ensayo busca resaltar las aportaciones a las ciencias pedagógicas de John Dewey. Dewey está considerado como el filósofo más importante del siglo XX en Estados Unidos de América. Este trabajo va dirigido hacia lo práctico y útil de la ejecución práctica de un(a) maestro(a). En primer lugar, hay que plantearse lo siguiente: ¿Cuál es la tesis principal de John Dewey? Para Dewey, todo organismo busca la seguridad primero. Es decir, el instinto de auto protección rige la conducta de los organismos. Esta conducta es biológica.
Dewey ilustra que la inseguridad hace que el hombre busque escapes. Entonces, ¿qué es escape? Dewey se refiere al escape de pensamiento. El ser humano puede escapar en el pensamiento, eso, se llama fantasía. El problema con la fantasía es que no resuelve los problemas. Mientras más la persona fantasea, más triste tiende a ser su vida.
Dewey menciona ‘artes de escape’ tradicionales, por ejemplo:
1- La religión
2- La filosofía idealista
3- Matemáticas (teórica)
4- Mitos
Dewey hace una distinción entre ‘artes de escape’ y las ‘artes de control’. Los ‘artes de control’ son:
1- La inteligencia
2- La ciencia
3- La tecnología
Para que algo sea útil debe ser llevado a la práctica. El problema es que aunque tenemos artes de control, aún estamos fijados con las ‘artes de escape’, sobre todo, para los asuntos humanos. Somos científicos a la hora de comprar un vehículo, pero no, a la hora de buscar una pareja. Es en ese punto donde la cultura se vuelve esquizofrénica o disfuncional.
¿Qué es la doctrina del espectador?
Dewey rechaza el supuesto de que el objeto verdadero y valido del conocimiento. Cuando el ser humano conoce lo conocido es anterior, no hay interpretación. La idea principal del conocimiento consiste en aprender la realidad. Esa realidad no debe ser modificada de su estado anterior. El que conoce no modifica lo conocido. El problema con lo anterior es que es jugar al ‘ojo de Dios’. Es como si uno estuviera afuera y lo de adentro no se afecta. La posición que asumen las personas siempre tienen un sesgo, es decir, no hay un punto en la nada.
En la vida cotidiana, las personas están en un plano pasivo – no reflexivo-. Cuando surgen unas dificultades, entra la parte de la reflexión. La persona debe reflexionar (evaluar) en situaciones donde se enfrenta a un problema verdadero. Es irracional crease un pseudo problema. Por ejemplo, pensar que uno tiene cáncer sin razón, ese tipo de reflexión es en vano. No se puede resolver un problema que no existe.
¿Cuándo conocemos?
“El conocer es una forma de hacer”. (Dewey, 1929).
Dewey (2008, citado por Suárez, 2009), a comienzos del siglo veinte, ya había afirmado que nuestra obsesión por conocer la realidad y asumir que lo epistemológico es superior a lo práctico, afectivo, estético y volitivo, se debió a la manera accidental en que emergió la filosofía en Atenas, que posteriormente habría de influenciar el pensamiento occidental.
Para Dewey, conocemos siempre que nuestra investigación conduce a conclusiones que resuelven el problema que la suscitó. Esta forma de pensar es ultra práctica. Una vez se detecta el problema real, la persona investiga y llega a conclusiones que son útiles y funcionales. La persona descubre y gestiona su conocimiento a través de la investigación. A esto se le llama el proceso de ‘inquirir’. Es decir, cuando las cosas no van como queremos, las investigamos. Evaluamos las alternativas a base de sus consecuencias, ahí se encuentra la solución del problema. Dewey presenta la inteligencia como un método. A través de la inteligencia se resuelven los problemas. Hay personas que resuelven los problemas utilizando el impulso. El impulso le brinda a la persona gratificación inmediata, sin embargo, no se utiliza para tomar buenas decisiones.
Dewey manifestó que conocer por conocer es absurdo. Ese tipo de tarea se reduce a copiar (doctrina del espectador). Por ejemplo, enseñar latín en las escuelas sería conocer por conocer. En la vida real el latín no se utiliza, exceptuando unos casos como por ejemplo en la Iglesia.
Dewey hace un contraste entre la razón y la inteligencia. En el concepto tradicional, lo que hace la razón es que copia. Se asume que hay una realidad. Lo que hacemos con la razón es copiar la realidad. La razón no distorsiona. Por otra parte, Dewey rechaza consistentemente la idea de fines naturales. Dentro de la visión de Aristóteles, el universo viene con unos fines (causas finales). Para Dewey, el conocer el propósito de las cosas no significa tener control sobre ellas. Dewey presenta la inteligencia donde es más controversial, desde el aspecto ético y moral.
La ética
La palabra ética, proviene de los “vocablos griegos ‘ethos’, ‘ethikós’ y ‘ethiké’, que significan disposición, modo de ser adquirido, carácter, costumbre y uso (Silva citado por Verdejo y Medina, 2009, p.44).
“En las pasadas décadas el subjetivismo ético se ha popularizado en los ámbitos de la educación. El modelo del construccionismo moral, implícito en enfoques tan diversos como el programa de clarificación de valores y el desarrollo de la inteligencia en John Dewey, presupone que el estudiante diseña e implementa su propio sistema desde un trasfondo ofrecido en el salón de clases o de la tradición. El subjetivismo se caracteriza por la ausencia de referentes morales. Los valores y principios éticos que formamos no son elementos que se descubren, y existen independientemente de nosotros, sino constructos que proyectamos como sentimientos y compromisos (Suárez, 2009).

Es relevante destacar que la ‘ética’ y la ‘moral’ no son sinónimos. La moral por su parte, se refiere a las normas, costumbres y tradiciones aceptadas en un momento histórico y en un lugar en específico. Por ejemplo, en el primer periodo colonial de Puerto Rico, muy pocos se cuestionaban si era ‘moral’ que los negros fueran explotados como esclavos. Esto debido a que ser negro y ser esclavo era aceptado socialmente, por ende, era ‘moral’. Sin embargo, y tomando el mismo ejemplo, nunca debió ser ético el explotar a los negros como esclavos debido a que los principios de la ética “constituyen reflexiones abstractas sobre lo que debe ser” (Verdejo y Medina, 2009, p.44). Cuando decimos que algo ‘no debe ser’ nos podemos alejar de la moral, y a su vez, nos lleva de la mano hacia el subjetivismo moral. En el siglo veinte, Jean Paul Sartre (1984), defiende la concepción de la autorrealización y el subjetivismo moral (criticados por Taylor) al establecer que los seres humanos somos sólo un proyecto de auto formación en que entrelazan la conciencia y la libertad: “…la conciencia de elegir es idéntica con la auto consciencia que poseemos. Uno debe estar consciente para elegir y debe elegir para ser consciente. Elegir y la conciencia son la misma cosa” (Suárez, 2009, p.11). Sin embargo, este argumento no debe ser visto como algo ‘real’ y ‘aplicable’ en todas partes del mundo. Sartre no menciona cuáles son las cosas que podemos elegir y dónde. Desde esa perspectiva, por más conciencia que tenga la persona X, si vive en una dictadura no puede elegir mucho, si la persona padece de sus facultades mentales tampoco elegirá nada, por solo ejemplificar. No obstante, en circunstancias ‘normales’, ‘democráticas’ y ‘funcionales’, las personas deben hacer una evaluación de que debe ser lo correcto e incorrecto y elegir con su conciencia.
John Mackie (citado por Suárez, 2009, p.12), es uno de los grandes defensores actuales del subjetivismo moral, y afirma que la presunción que existen referencias éticas se debe a una falacia de objetivación que constantemente cometemos las personas. Esto se debe a que los juicios morales que emitimos tienen una repercusión sobre las otras personas. Según él, “necesitamos la moral para regular las relaciones interpersonales, para controlar algunas de las formas que tienen las personas unas con otros, y a menudo para oponernos a inclinaciones contrarias” (2000, p. 47). La moral brinda una dosis de equilibrio entre los ‘juicios morales’ que hacemos hacia otras personas y el respeto que como ser viviente y humano merecen.
Sino existiese la moral, cada cual trataría de implantar su posición de ‘porque yo lo digo’ sin tener ninguna consideración ni apertura hacia la otra parte. Por ejemplo, en el pasado conflicto entre la administración de la Universidad de Puerto Rico y los estudiantes, la administración demostró que no tenía ningún interés moral en resolver el conflicto de la cuota. En ese sentido, no mostraron tener una apertura a las recomendaciones que le han hecho llegar los estudiantes como cobrar el dinero que le deben al sistema o establecer una cuota ajustada al salario de la persona. La primera me parecía una excelente alternativa y muy viable, la segunda por su parte, me parecía igual de excelente, pero no iría al unísono con el gobierno de turno, ya que esta medida se podría catalogar de ‘socialista’.
De su lado los estudiantes, al permitir la entrada de elementos ajenos a la universidad, perdieron credibilidad y terreno, ya que puede verse como una lucha poder y no como una lucha estudiantil. A pesar de ello, los estudiantes demostraron tener paciencia y una moral mucho más amplia tanto con la administración como con la fuerza represiva de la Isla. Entiendo que la mayoría de los estudiantes no quieren pagar la cuota, otros, no pueden pagarla, de igual modo, lo deseable sería no pagarla, a eso se le conoce como ‘moral individual’.
El debate de la ética y la moral no concluirá nunca. Desde que el hombre y la mujer fueron creados, han ido evolucionando y cuestionándose situaciones donde la ética y la moral son protagonistas. La moral no está en un libro o en un ensayo, tampoco está en un grupo de fe o en una tienda, la moral ha sido y seguirá siendo esclava de entorno, cultura y época donde se encuentre la persona. Por su parte la ética, estará siempre descifrando las cosas como deben ser y necesariamente aceptándolas como son. Finalmente, es fundamental conocer la diferencia entre ambos términos. Al final del camino, la ética debe prevalecer sobre los prejuicios de las personas disfrazados de moral.
John Dewey y la escuela
Dewey señaló que los niños no llegaban a la escuela como limpias pizarras pasivas en las que los maestros pudieran escribir las lecciones de cualquier materia. Cuando el alumno llega al aula “ya es intensamente activo y el cometido de la educación consiste en tomar a su cargo esta actividad y orientarla” (Dewey, 1899, pág. 25). Cuando el niño empieza su escolaridad, lleva en sí cuatro “impulsos innatos –el de comunicar, el de construir, el de indagar y el de expresarse de forma más precisa”– que constituyen “los recursos naturales, el capital para invertir, de cuyo ejercicio depende el crecimiento activo del niño” (Dewey, 1899, pág. 30).
Para Dewey los factores fundamentales de la educación son dos: por un lado un ser no desarrollado, no maduro y, por el otro, ciertos fines sociales, ideas, valores que se manejan a través de la experiencia madura del adulto. El proceso adecuado de la educación consiste en la interacción de estas dos fuerzas. La esencia de la teoría educativa se encuentra en la concepción de cada una de ellas en relación con la otra, para facilitar su completa y libre interacción. (Dewey, 1959).
El niño también lleva consigo intereses y actividades de su hogar y del entorno en que vive y al maestro le incumbe la tarea de utilizar esta “materia prima” orientando las actividades hacia “resultados positivos” (Mayhew y Edwards, 1966, pág. 41). Dewey enfatizó en 1896 que “la escuela es la única forma de vida social que funciona de forma abstracta y en un medio controlado, que es directamente experimental, y si la filosofía ha de convertirse en una ciencia experimental, la construcción de una escuela es su punto de partida” (Dewey, 1896a, pág. 244).

Referencias
Dewey, J. (1892). “Cristianiry and democracy.” En Early works of John Dewey. Carbondale, Southern Illinois Universiry Press, 1971, Vol. 4, págs. 3-10.

Dewey, J. (1896a). “A pedagogical experiment.” En Early works of John Dewey. Carbonale, Southern Illinois University Press, 1972, Vol. 5, págs. 244-46.

Dewey, J. (1899). “The school and society”. En Middle works of John Dewey. Carbondale, Southern Illinois Universiry Press, 1976, Vol. 1, págs. 1-109.

Dewey, J. (1929).The Quest for certainty. New York: Capricorn Books.
Dewey, J. (1959). On Education. New York: Bureau of Publications.
Mayhew, Katherine Camp y Edwards, Anna Camp (1966). The Dewey School. Nueva York, Atherton.

Suárez Silverio, E. (2009). Subjetivismo, obligación y educación moral. Revista Paidea, volumen 4, número 2. Recuperado de: http://paideia.uprrp.edu/Articulos/Volumen%204%20Num.%202%20%28agosto%20%20di ciembre%202009%29/Subjetivismo%20etico%20y%20la%20obligacion%20moral.pdf
Verdejo Carrión, A., Medina Díaz, M. (2009). Evaluación del aprendizaje estudiantil.(5ta Edición). San Juan, PR: ExPERTS Consultans.